marea roja de onda

Estoy tratando de decirte que,
me desespero de esperarte,
que no salgo a buscarte porque sé
que corro el riesgo de encontrarte.
LOS RODRÍGUEZ


Con el primer sorbo, las colinas de la ciudad se inundaron de olor a miel y madera; se despertaron los sentidos al influjo. Con el segundo, las olas comenzaron a romper contra los edificios; el deleite de tu voz. Con el tercero, la marea roja comenzó a subir por las calles estrechas del centro; se desterró el miedo.

Siempre te odié, Durante, con esos aires grandilocuentes. Moviendo las manos finas y largas; persiguiendo sueños y momentos para tu colección. Tan autosuficiente en tus ojos de fuego verde, tan calculado como tu entonación que acaricia de forma oscura; tahúr cuyas manos ágiles no dejaban ver la melancolía más que el tiempo suficiente para inspirar un interés malsano, pero nunca pena. Eras el hombre sorprendente, la inteligencia insultante, alto y delgado, los huesos de tus caderas marcaban el camino del morbo. Mi deseo me encadenaba a noches de tormento, a días de sobresalto viéndote  pasear por mi espacio. Tu olor me abocaba a asesinar mi voluntad más férrea.

Los otros podían pedir clemencia. Podía jugar con todos. Todos menos tú. Eras el corazón vedado, no podía meter la mano en tu estanque para enredar pensamientos. Tenías todo un mar lunar que no se dejaba confundir e implacable me llamaba con ondas inexistentes. Me llamaba desde el otro lado del odio. Me llamaba, amor, tantas noches tus palabras encabronadas trepando por mi desierto. Noche a noche, nuestra batalla de ingenio estragando corazones en la madrugada. Quién pudiera matar el  momento en que ensordeció mi razón.

Las olas del vino me rompían en la cabeza. Paz y tormento. Paz y tormento en tu piel hipnótica. Te giraste y el espectro se hizo hombre en tu beso inhóspito. Tu beso, tú por primera vez, el beso y el temblor, el vino desembocó en la sangre, descendió por la garganta. Un paso adelante en vertical. Mi alma desnuda.


Y quise ser salto mortal por ti.

Lamías vino de mi vibrante valle púrpura. Eras tú, vértigo en tus uñas dibujando mundos en mi espalda. Eras la forma de cerrar la puerta y tragarse la llave tragarse tragarse tragarse la llave para no escapar jamás. Había una espiral en la voz por encima de nosotros y no querías, no..., y no querías, no querías, no, maldita sea, no..., no querías caer..., en mis palabras.

Lágrimas de belleza rendida cruzaron mi sonrisa.

Hace un rato que miento.

 Y un poco antes de eso  
  ya estaba caminando hacia casa dejándote enfadado y solo.

   Todos menos tú. La implacable lógica del miedo.

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[texto]: cuento publicado en Apnea -método de inmersión- (Gaviero Ediciones, 2005)
[fotografías]: "hace rato que miento" y "sAlTo" de Natalia Zarco.