Mi primera hormiga
"One night as he sat at his table head
on hands he saw himself rise and go",
Stirrings Stills,
Samuel Beckett
“Una noche, sentado a su mesa con la cabeza entre las manos, se vio levantarse y marchar”. Cuando levanté la vista del libro, allí estaba, diminuta y negra, paseando por la mesa. Una hormiga. ¿Recuerdas lo que decías? Algún día te comerán viva los bichos, arrojando todo al pasillo. ¿Te acuerdas, mamá? Vivía en tu mundo de kleenex a tiempo y superficies con brillo. Tan pequeña descalza sobre el suelo encerado y brillante.
Si me levanto, si aquí sentada y quieta me veo ponerme en pie y mirar fuera de la ventana, sé que no veré ni rastro de las losas rojas. De niña apretaba con el dedo los paquetes de cera abrillantadora para suelos para ver como volvían a su forma.Sentía que si algo pasaba, si no hacía lo que decían, las losas saldrían volando sobre mi cabeza y yo estaría perdida si no me agarraba a nada. Eras tú la que mantenía unido el suelo que me sostenía, a fuerza de horas de trabajo. Pensaba que si decía algo, dejaríais de quererme, las losas se abrirían dejando sólo finos bordes entre unas y otras y yo caería y caería. Más que caer, me aterraba el pensar que no había lugar donde hacerlo.
Mi hermano tenía una pelota de tenis. Me parecía la cosa más alucinante del mundo, cuando tenía cinco años. A una pelota no le importan los suelos ni los muros, salta hasta el techo cada vez de forma diferente y no importa como caiga siempre vuelve a saltar. Cuando mi hermano jugaba con ella, el gato corría tras ella como enloquecido. El día que cogió una sierra y la rompió para ver lo que había dentro dijo que de mayor quería ser cirujano y todos rieron. Callé. Sabía que si una gota de cera abrillantadora salía del recipiente cuando yo lo tenía en mis manos todos me mirarían enfadados. Así que aprendí a sostener las cosas firmemente y a no jugar con ellas.
Fue bastante tiempo después de todo eso. Vivía sola. Todo empezó como un pasatiempo estúpido.Trabajaba desinfectando laboratorios. Todos mis electrodomésticos estaban en fila y sus esquinas formaban una fila perfecta de ángulos de 90º. La blancura de mi cocina no tenía nada que envidiar a una planta de cirujía. Me hice un tentempié no programado y dejé caer unas migas de pan al suelo. Me quedé mirándolas. Durante los minutos siguientes, en los que no hice nada por remediarlo, el mundo no se acabó.
Algunos días más tarde lancé mi toalla con determinación al suelo del baño. Fantaseé con la idea de que olería en todas y cada una de sus arrugas. Delicioso cadaver maloliente. Al inclinarme para cogerla, durante un segundo pude ver la línea de mi cuello por el rabillo del ojo. Mi espalda desnuda en el espejo. Por primera vez no pensé desnudafríoenfermedadesvergüenza, ni tampoco quédiríandetiquédiríandemisitevieran, sólo pensé bonito. Una sonrisa dentro. No recogí la toalla. Me olvidé completamente de ella.
Mi primera hormiga. Ha tardado tanto que ahora me sorprende.
Cojo la hormiga y la pongo fuera en el jardín, un jardín desordenado como el pelo una mañana de domingo. Me apresuro un poco. Es importante que recoja las cosas. Esta tarde necesitaremos espacio para cuando saque la pintura para dedos.
Plaquette de cuentos, Granada, 2006.